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jueves, 23 de noviembre de 2006

Lágrimas


Empezaré mi relato con frases cortas, esperando que la verdad vaya extendiendo su anchura en cada próxima oración, y así llene con fieles palabras que describan mis sentimientos el blanco fondo de estos renglones que sobre el papel esperan que alguna pluma o algún lápiz se digne a decorarlos con letras y puntos suspensivos…

¿Cuál verdad sería apropiada para que mis hipócritas frases, poco a poco, se acostumbren de nuevo a la veracidad? Puedo observar, por ejemplo, que pequeñas vanidades corrigen la humildad de mis escritos. También puedo decir que temo esforzarme y que ustedes no me entiendan. Temo que la vida no me dure para siempre. Entonces se me ocurre que la confesión de mis temores es tan verdad como que esta hoja imaginaria se completa poco a poco de líneas manuscritas.


Puedo tomar, como otro ejemplo de verdad, que más cómodo me siento a medida que lo cierto y yo nos amigamos. Y mis líneas en largo se dilatan. Ahora ya podría escribir algunos versos, pero elijo postergarlos todavía, y en cambio voy a las ideas que iniciaron mi escritura.
La muestra de verdad que yo tenía preparada, viene a siguiente, ya sin fingir ni forzar mis manuscritos:
Empiezo a ver como una traba el haberme convertido en zurdo. La sombra de mi mano oscurece los renglones que yo acabo de escribir, y en la misma medida que nuevas letras son vomitadas sobre el fondo de mi hoja, la sombra asesina entorpece el claro de la silabas que iniciaron este párrafo.


La sombra de mi mano mancha lentamente las primeras vocales de la misma palabra que yo voy finalizando con la luz artificial como testigo.


Como el álamo del crepúsculo nocturno que flota sobre el pasto en su nueva y negra mole proyectada, que únicamente a la luminaria perjudica, y a medida que sus ramas se derraman sobre la tierra humedecida por el rocío taciturno, como si fuesen charcos de negrura creciente que se mueven en la espesura de lo hartamente reconocido por la reiteración.


El sol cumple otra vez con su promesa y deja el cielo espacio para que diferentes constelaciones usurpen con su luz divina (pues perfora la oscuridad del ahora negro firmamento), y así comiencen a poblar una por una la casa de la noche. Todo esto puede ser mirado como una verdad que intenta describir las imágenes que en otro tiempo me han enternecido.



Pero de verdad: La lectura más conmovedora de mi vida la he leído ayer de noche en el llanto de mí amada. Ella dice que las lágrimas no son todas iguales.


Asegura que a veces uno llora y las lágrimas son gordas. Y hacen ruido si de pronto estallan en el piso. Y aunque uno intenta contenerlas… ellas brotan y se escapan. Y no corren, sino que se deslizan como un trineo que a la nieve acaricia con la madera de sus dos patines. Estas lágrimas no se deben sentir muy a gusto en nuestro rostro. Porque apenas se asoman en el ojo, se disparan a la libertad, y buscan el espacio. Estas lágrimas han de tener algo que ver con la escuela o con la infancia… porque vienen casi siempre que uno se acuerda de los padres.


Hay otras lágrimas en cambio que no salen de los ojos, si es que uno no junta con un poco de fuerza las pestañas. Esas lágrimas deben ocultar en su brillo alguna magia… pues si nos dolía el pecho, la amargura o el dolor se queda en ellas. Son como jinetes dirigiendo los caballos que tiran de la pena. Y al perderlos de la vista el dolor que oprimía nuestro corazón se aleja para siempre. Son arrieros que con fuerza jalan a la angustia para afuera.


Hay lágrimas, para decirlo como si fuera otra verdad, que hacen parecer cada mejilla como una tierra atravesada por un Nilo que se bifurca muchas veces. Son un afluente de emociones buscando mezclarse con el mundo de los vivos. Pareciera que nuestros sentimientos saben de las leyes que gobiernan a la química, y esperaran que las lágrimas fueran una huella de su efímero paso por el mundo. Y entonces las lágrimas serán primero agua, vapor y otra vez agua, eternamente, como fósil de la emoción no compartida.


Mi amada ha expresado ayer estas ideas. Su voz me las ha confiado, mas resumidas que aquí y mucho más hermosas. Pero ella no me ha advertido nunca que existen unas lágrimas que a la vez son las primeras, las segundas y terceras. Y duran más tiempo que el deseado; tal vez por triplicado. Al mismo tiempo que aparecen estas desconocidas que me esperaban desde siempre, me salen de los ojos, y son la evidencia de mis desconocimientos, y se precipitan al papel vacío, voy también recuperando el fantasma de mis viejas adicciones.


Estas lágrimas me han durado toda la larga noche sin estrellas y sin astros; toda la mañana con nuevos miedos y sin la esperanza de que su voz me enseñe otras doctrinas. Por que la verdad, es que duele mucho más que las lágrimas primeras, segundas, y terceras… ser motivo de una lágrima de aquella gran mujer que yo había conocido.

Degüello 21 de Noviembre

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