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jueves, 23 de noviembre de 2006

Tú y yo en remolino

Te voy a contar…? Ni quiero amor.
Porque después de empezar a escribir, observo que lo que menos quiero es contarte.

Otra vez lleva desorden mi escrito, porque vuelvo a luchar entre la velocidad de mis pensamientos y la grafía de los mensajes en el papel. Y… Ya veo venir las líneas antes de terminar. O no? Haré algo: Te escribiré según reciba pensamientos y transcribiré palabras, frases sueltas, adjetivos, sensaciones que te hagan recordar. Tal vez esté anotando ahora las claves de este desplazamiento que dichosamente disfrutamos tú y yo.

“Azul! En el fondo sin fondo y abismal. Su luna blanca, pequeñita. Tres partes más grande que nosotros. Lisa. Tersa… Paralizada. Atenta a nuestro lento movimiento de remolino.”

“Tirabuzón de nuestros cuerpos en uno. Ceñidos uno al otro. Entrelazados. En decúbito prono y supino. Sin contorno. Plenamente en rotación sobre un único eje. El mismo que implanta nuestro sentimiento.”

“A tu derecha, remota, vertiginosa, como bajando, se encuentra todo, y todos. Exactamente el bloque de objetos y sujetos que hoy te rodean.”

Tu voz en el extremo de la mía. Salamancanteando. Silencio. Eco opaco que habla y se comunica entre ondas de cercanas y lejanas emociones. Más grita amarga, la voz, y menos dice. Nosotros de por sí las descartamos. Silencio.

Pídeme un sueño, que yo te daré todo aquello que no tienes desde hace mucho tiempo. Prefiero que no. No me pidas nada. Mejor te entrego todo eso que perdiste. Te lo recobro. Te-me-rescato. Juntos.

“El tiempo. Rectifico: las horas, se detuvieron. Ni sentía frío ni calor mientras tú no te acalorabas. Ni hambre ni sed si no era de tu cuerpo. Tu tez en mí. Mis pechos en tu rostro. Mis nalgas y mi espalda entre las curvas y en el abrazo de tus brazos.”

-Vamos amor… Volveremos juntos a estas nuestras cosas.
-Pero yo… Amor… En el primer intento yo no puedo. Me inquieto…
-Volvamos lentamente –me susurras muy despacio, temeroso de herir este cumbre y rescatado. Sigues diciendo- si vos querés amor… Volvamos cuando vos te encuentres preparada…

Y yo te explico, que está todo tan lejos, que es difícil el regreso. Que si no vamos veloces no llegamos. Si vamos lentamente, en el espacio por siempre nos quedamos.

Intento de nuevo. Inacabado.

Tu voz en mí:
-Tranquila amor, estamos juntos, cogidos de las manos…
-Estoy preparada. Vamos.
-De acuerdo. ¿Hacia dónde?
-Al Torcal.
-Cojámonos. Fuerte. Más que nunca.

Me viene ahora a la memoria, que juntos éramos, por separado, apenas minúsculas partículas, escasamente residuos de algún átomo suspenso entre los restos del infinito.



Ya vemos a lo lejos, espigadas, erectas, las rocas calizas se elevan deformes. Exactas. Las llanas piedras chorreantes y laminadas, atienden gloriosas nuestra llegada. De antemano te obsequio con una andanza, con un tenue paseo por sus callejuelas entrecortadas. Naturales senderos que deleitan tu mirada. Y yo te indico feliz y tú me amas.
-Aquí las cuevas amor mío, no son oscuridades, son rincones, mágicos, acogedores refugios. Aquí las campanillas, la hierba verde, allí las zarzamoras.

Te advierto y disfruto de nuevo, te observo igual que estas descomunales piedras torcaleras te-nos esperaban.

Se laminean los minerales y chocantes, permanecen expectantes mientras, angustiosas, nos ven marchar hacia las fieras aguas saladas. Las suyas añejas que ya se secaron.

Debemos volver y posarnos sobre la mañana. Porque debo aclarar que allí donde estuvimos, ni la noche ni el día se comprometían a existir.

Despunta el horizonte más tarde por supuesto! Tal y como despunta el sol sobre la ruta que marca al ocaso
Escala de colores apastelados y densos. Azul de nuevo, verdoso, intenso mar bajo nosotros. Pupilas enormes las nuestras. Regocijadas de nuevo en la grandiosidad de la curva firme que ofrece la silueta del horizonte que vemos.
Aún es pronto para escuchar el sonido de la espuma blanca, aún nos encontramos lejos de la orilla.

-¿La ves? –te pregunto ansiosa.
- Si amor, la veo. Sos linda. Sos grandiosa.

Más lejos, el arenal cálido, abre en cruz sus brazos. Colocando con detalle y uno a uno cada granito de arena mientras la brisa sale al camino de estos nuestros cuerpos desposeídos.

-¿Las oyes mai? Las olas.
- Sí mi vida.

Escuchamos atentos el ir y venir de la orilla salada. Lechosa, burbujea en espirales celebrando nuestra llegada. Salada mar, embriagadora de nuestro sueño, antesala de nuestra vida cotidiana.

Y todo esto fue ayer día 22 de Noviembre de 2006. Este miércoles, rescató parte de las fantasías que un día quedaron guardadas por falta de fuerza, en un cajón de una casa de Buenos Aires.

Anterior a todo esto, el amor nos asaltó feroz. Asalvajándanos en un instinto puro y redentor, él nos hizo, y nosotros lo hicimos a él, al mismísimo amor. En uno sólo permanecimos en silencio hasta llegar a esa luna blanca del principio y del infinito de esta historia.

-Tómatelo como regalo de aniversario. De este día 22 en el que lo ocurrido también pasa a formar parte de esta fecha, haciéndola si cabe, más especial.

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